Las mismas palabras, el mismo tono efusivo y el mismo aliento matizado de alcohol. Como un guión de una mala sátira la llamada se repite cada noche, cada día que aquel hombre intenta olvidar su amargura.
La mujer, a la que él solo llama madre cuándo el crepúsculo cae y el alcohol lo abraza fuertemente, atiende el teléfono para cumplir su parte del guión aún sabiendo el final de éste mismo. Simple acto compasivo.
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