Al principio estaba aterrado, todo estaba bañado en
tinieblas, no podía ni siquiera divisar mi mano al posarla frente a mi rostro.
¿Realmente estaba ahí?— Me llegué a preguntar entrando en pánico al imaginarme
como respuesta una negativa, pero inmediatamente el latir de mi corazón y el calor
que producía en mi cuerpo la sangre que éste bombeaba sosegaban mis dudas y
calmaba la turba en mi mente. Si, estaba vivo, pero ¿dónde y por qué? Tras esa pregunta
más dudas atiborraron nuevamente mi mente trayendo consigo un miedo nuevo, pero
que era origen de una misma pregunta.
—¿Qué hay en la obscuridad?— Esa simple interrogante fue
capaz de paralizar cada fibra de mis músculos, un sudor frío pasaba lentamente
por mi espalda mientras cerraba con
fuerzas mis parpados sin llegar a traer ni una pizca de consuelo. Mantener los
ojos cerrados o abiertos daba lo mismo, la penumbra se presentaba con el mismo
espesor mientras mi mente sacaba su lado artístico creando criaturas nunca
antes vistas, pero que crispaban mis nervios pues parecían sacadas del averno.
Pasaron horas, días y tal vez meses. Mi sentido del presente
se esfumaba poco a poco, ahora sólo me tiraba en el suelo esperando, sin ni
siquiera saber ya que aguardaba. Percibí un hormigueo en mi brazo, por instinto
y con poco entusiasmo incliné mi cabeza interiormente para divisar que lo
provocaba. Una mariposa amarilla reposaba en el. Abrí los ojos de par en par,
mi cuerpo se quedó inmóvil temiendo que la ilusión desapareciera pero una
necesidad urgente de ponerme de pie inundó todo mi cuerpo, deshaciéndose de
todo miedo y somnolencia albergada ordené a todo músculo entrar en acción.
Alrededor de mi no había ninguna criatura a la cual temer, miles de mariposas
amarillas revoloteaban a mi alrededor cómo si en un vals estuviesen y como
escenario tenían un paisaje, que aunque tenía sobre si un filtro azul, se le podía
distinguir las siluetas de diversos árboles, plantas y todos los elementos que
la naturaleza es capaz de brindar.
Un mechón de cabello se interpuso en mi visión, al
desplazarlo pude ver claramente mi mano. Nuevamente mi cuerpo fue atestado de
una energía que ni siquiera yo sabía que poseía, corrí frenéticamente en busca
de mi reflejo y tras encontrar una pequeña laguna lo pude ver en sus
cristalinas aguas que se iluminaban con la luz plata de la luna. Me había
sentido tan perdido sin saber quien era realmente, pero mi rostro estaba ahí,
recuperé la identidad que casi olvidaba.
Tras tranquilizar mi respiración di un nuevo vistazo a mi
alrededor, ya no era para nada tenebroso si no lo contrario, mi entorno poseía
tal sublime belleza que con tan sólo mostrar una pequeña pincelada de el, era suficiente para dejar sin palabras
al más experimentado de los poetas. ¿Cómo fue que un lugar tan escalofriante se
transformó en algo tan majestuoso? Con tal pregunta me di cuenta de algo muy
simple, no se transformó, siempre estuvo ahí pero el miedo no dejaba que mis ojos
se acostumbraran al paisaje. Mi mente prefirió rayar a su capricho lo que
realmente había, por simple ignorancia.
En ocasiones cuando nuevas ideas aparecen nuestra realidad
puede tambalearse, dejándonos invidentes, por unos segundos o años según se
prefiera, y llenándonos de una incertidumbre con la habilidad de transformar al
más ilustrado en un simple inepto.
Tal vez no sea tan obscuro como creías.
Tal vez puedas encontrar parte de tu osasis.
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