Amé a una ilusión.
Lo sabía, lo veía,
pero aun así acepté los grilletes,
porque te amaba más de lo que alguna vez supe amarme.
Las ilusiones son traicioneras:
te acarician con promesas,
mientras te vacían por dentro.
Son espejos quebradizos,
volubles y crueles.
Te destruyen.
Pero al menos, cuando quedas en ruinas,
y tu alma se esparce en miles de pedazos,
los grilletes caen.