La alarma suena, la línea mal pintada de ilusión y realidad empieza a tener forma. Genera voz propia para gritarme y alejarme del delirio, "¡No puedes huir!" me reprocha con severidad. Los hilos empiezan a moverse, temerosos ante otro regaño. Por consideración encojen mi cuerpo para que pueda abrazarse así mismo. Lentamente me ponen de pie y me preparan para la farándula.
Un poco de brillo en los labios. Hilo y aguja para coser una sonrisa. Algo reluciente de vestidura y un antifaz tornasol que tapice la corrosión. De desayuno una pizca de sarcasmo como endulzante de paladar y finalmente un montón de notas musicales que entibien el alma. La obra comienza.